De genes caninos y sus dietas
Al igual que con las personas, las mismas dietas no tienen por qué servir para todos los perros, y no nos referimos únicamente al tamaño o la edad.
Todo lo que somos depende de nuestros genes, y la alimentación no escapa de esta regla.
Muchas enfermedades metabólicas, hereditarias, pueden controlarse parcialmente con la dieta. Por ejemplo, aquellos animales que tengan enfermedades de almacenamiento de glucógeno, como la enfermedad de Pompe, deben llevar dietas altas en carbohidratos para regular los trastornos hipoglucémicos.
Tenemos también las alergias alimentarias, de base genética. Por suerte, existen múltiples dietas pensadas para ser hipoalergénicas, que buscan minimizar la respuesta del sistema inmune canino en el aparato digestivo.
Si sabes qué raza es tu mascota, hay detalles fáciles para tener en cuenta. Véase el caso de los Dálmatas, una raza propensa a sufrir cálculos en el riñón por su alto contenido de ácido úrico en la orina, por lo que se recomiendan dietas bajas en purinas y mucha, mucha agua para tener la orina diluida. Sobre todo, en machos.
Por otra parte, los Schnauzer miniatura corren un riesgo mayor de sufrir cálculos de oxalato cálcico. Existen dietas ya preparadas para perros que presentan piedras en los riñones, incluso pensadas para el tipo de cálculo.
Nos encontramos no solo con que algunas razas tienen más riesgo de sufrir litiasis, sino que según el animal el tipo de cálculo varía.
Con los déficits ocurre algo similar. Los Golden Retriever se sospecha que están genéticamente predispuestos a padecer deficiencia de taurina, por lo que puede ser útil añadir un extra en su comida.
En cambio, el déficit de zinc, más habitual en razas grandes que en pequeñas, puede “venir” en la genética de razas de perros nórdicos (las llamadas “Northern Breeds”) como el Husky y el Malamute.
Algunas enfermedades que implican malabsorción de vitamina B12 ocurren con mucha mayor frecuencia en razas específicas, como Beagle o Schnauzer gigante. Los perros son incapaces de producir su propia vitamina B12 (una maldición que comparten con los gatos), y dependen de la comida para obtenerla. Si el animal heredó esta enfermedad, uno de los tratamientos frecuentes es precisamente suplementar su alimentación con ella.
Un caso curioso es el gen AMY2B. Este gen codifica la amilasa pancreática, que degrada carbohidratos, incluyendo el almidón. En comparación a los lobos, los perros tienen más copias del gen, debido al cambio en su dieta por la domesticación. Mientras que los lobos tienen solo dos copias, los perros poseen de cuatro a treinta. En la teoría, razas con menos copias como el Samoyedo tendrían problemas con dietas ricas en almidón que no afectarían a otros perros.
Es probable que aquellas razas más cercanas a los lobos, con menos cambios durante estos cientos de años de convivencia, estén menos adaptadas a dietas donde la carne no es el plato principal. El gen MGAM, que codifica la maltasa y participa también en la degradación del almidón, se encuentra más de diez veces expresado en perros que en lobos.
Conclusión:
No queremos asustar a nadie, pero sí recalcar que no todas las dietas valen para todos los perros. A veces elegir una dieta resulta más complicado que saber el peso del animal y cuántas horas va a correr por el parque. Para estas ocasiones, puede ser útil contactar con profesionales y realizar un test de ADN especial para animales de compañía, como los de Koko Genetics